Estos días Juan José Amores y Alfredo Campello, de ALICANTE VIVO, han realizado, y publicado en ese blog, una magnífica investigación para esclarecer el paradero de los restos mortales de don ELEUTERIO MAISONNAVE, ilustre liberal alicantino, abogado y periodista, diputado a Cortes, ministro de Estado y de Gobernación en la I República, compañero político de D. Emilio Castellar, fundador de la Caja de Ahorros que hoy se llama CAM, director del periódico madrileño “El Globo”, miembro de la Institución Libre de Enseñanza y primer Alcalde de Alicante elegido por sufragio universal masculino.
Eleuterio Maisonnave representa la culminación de una larga y cruenta lucha llevada a cabo por los liberales alicantinos, y otros correligionarios que vinieron a morir aquí, por la Democracia y la Libertad.
Ya durante la Guerra de la Independencia, los alicantinos, entre los que abundaban los comerciantes y burgueses de origen francés (como el mismo Maisonnave), inglés y genovés, de formación ilustrada y culta, se decantaron inmediatamente por las ideas liberales promulgadas en la Constitución de 1812, bautizando ese mismo año la plaza que hoy se conoce como Portal de Elche, como “Plaza de la Constitución”.
Destacados liberales de ese periodo fundacional son D. Manuel Soler de Vargas, primer alcalde constitucional; D. Antonio Bernabéu, sacerdote liberal, diputado en las Cortes de Cádiz, que padeció cárcel y persecución por la Inquisición, y se exilió en Francia e Inglaterra donde las autoridades eclesiásticas, a petición del Obispo de Orihuela, le retiraron el permiso para celebrar misa, muriendo lejos de su patria chica; y el abogado D. Antonio Mira-Perceval, cuyas obras fueron retiradas y prohibidas por la Inquisición restaurada por el infausto Fernando VII.
Tras el primer periodo de absolutismo, volvió a entrar en vigor la Constitución de 1812, el 23 de marzo de 1819. En Alicante se fundó entonces la Sociedad de Amantes de la Constitución, integrada por Rafael Bernabéu, Mariano Piqueras, Joaquín Hernández de Padilla, Juan Faus, José Natino, Manuel Navarro, Miguel Ródenas y Estanislao Sevilla.
El mando de Alicante recayó en el gobernador militar D. Joaquín de Pablo Chapalangarra, quien en 1823 recibió al General Torrijos, que iba de paso para Cartagena. Sin embargo el 6 de noviembre de ese mismo año, Chapalangarra tuvo que rendirse a los “100.000 Hijos de San Luis”, tropa francesa enviada a España en apoyo del absolutismo de Fernando VII. Alicante fue la última capital tomada por los absolutistas, partiendo desde nuestro puerto los últimos liberales hacia Gibraltar. Alicante era así el último reducto de la democracia y el último lugar español donde rigió la Constitución de 1812, tal como un siglo después sería el último reducto de la República democrática.
Poco antes de esta derrota, el alicantino Bartolomé Arques había armado a sus expensas una partida de voluntarios en auxilio de los liberales de Valencia, cercados por los absolutistas. Desde el exilio organizó en 1826, junto a los hermanos Antonio y Juan Fernández Bazán, un desembarco en Guardamar con el ánimo de liberar a la provincia de Alicante. Arques murió en el combate y los hermanos Bazán fueron fusilados en penosas circunstancias, junto con todos los liberales que fueron capturados por el fanático y cruel gobernador absolutista Fermín de Iriberri, quien los torturó y les negó los sacramentos; siendo fusilados los heridos en sus camillas.
Poco después, a la muerte de Fernando VII y la coronación de Isabel II, el General Espartero, de ideología liberal, sería nombrado por los alicantinos su representante en el Senado con la nueva Constitución de 1837.
Los liberales se habían escindido en Progresistas y Moderados (más bien conservadores reaccionarios), y la nueva Constitución se vería pronto desvirtuada por los manejos del gobierno del general Narváez con la promulgación de la Ley de Ayuntamientos. En 1844, el coronel de carabineros Pantaleón Boné, progresista defensor de la Constitución y contrario a la Ley de Ayuntamientos, se apoderó de Alicante en un audaz golpe de mano. Formó una junta de gobierno de claro tinte liberal, formada por Manuel Carreras, Miguel España, José María Gaona y Marcelino Franco. Cercada la ciudad por el general Roncalli, que fusiló a 7 oficiales de Boné en Villafranqueza, el 14 de febrero, y traicionado el coronel por su lugarteniente Martín Empecinado (hijo o sobrino del famoso guerrillero), que entregó el Castillo de Santa Bárbara a Roncalli, Boné y 23 compañeros fueron fusilados en la actual Explanada el 8 de marzo. Algunos liberales civiles, entre los que se encontraba Carreras, pudieron huir a tiempo en buques extranjeros, siendo por segunda vez Alicante el último reducto de la Libertad.
Manuel Carreras regresó a Alicante algún tiempo después, acogiéndose a una amnistía. Participó en una supuesta conspiración republicana en 1848 y fue condenado a muerte. Conmutada la pena, fue desterrado a Filipinas, de donde regresó enfermo tras el triunfo liberal progresista, y aún pudo ser alcalde de Alicante en 1854, poco antes de morir.
Tras el derrocamiento de Isabel II, en la Revolución de 1868 (“La Gloriosa”), se formó en Alicante una Junta Revolucionaria formada por Tomás España, Francisco García López y nuestro ELEUTERIO MAISONNAVE; aunque todavía sería fusilado en Ibi el liberal republicano Froilán Carvajal, el 8 de octubre de 1869. Es en esta época turbulenta, con la brevísima monarquía de Amadeo de Saboya, la todavía más breve I República, con los desmanes de los catonalistas y la continuación de la guerra contra los carlistas, cuando nuestro Maisonnave es elegido Alcalde de Alicante, diputado a Cortes y ministro de Estado y Gobernación bajo los presidentes Salmerón y Castelar, organizando personalmente la defensa de Alicante frente a los ataques de fragatas catonalistas procedentes de Cartagena.
Con la restauración borbónica de Maura, en la figura de Alfonso XII, las aguas se calman y los liberales y los conservadores se turnan en un régimen político viciado por el caciquismo y una Constitución que reparte la soberanía entre el Rey y el pueblo; con un sistema electoral censitario, que no recuperará el sufragio universal hasta el "gobierno largo" del liberal Sagasta.
Poco a poco los trabajadores van ganando voz en la política española. Se avecinan nuevos tiempos en que los liberales serán sobrepasados en sus ansias democráticas por los republicanos de Lerroux, los socialistas de Pablo Iglesias y el movimiento anarquista. Los alicantinos, que todos los años, en la Plaza del Mar, acuden a honrar el monumento a los Mártires de la Libertad, como se denomina a Pantaleón Boné y sus compañeros, se mostrarán mayoritariamente republicanos, hasta el triunfo de los partidos de izquierda en las elecciones municipales que provocan el exilio de Alfonso XIII y la proclamación de la II República el 14 de abril de 1931.
En 1 de abril de 1939, Alicante será de nuevo el último reducto de la libertad, y su puerto el último lugar donde ondeará la bandera republicana que amparaba la Constitución democrática frente a la dictadura franquista.
Pero esta es ya otra historia.
Eleuterio Maisonnave representa la culminación de una larga y cruenta lucha llevada a cabo por los liberales alicantinos, y otros correligionarios que vinieron a morir aquí, por la Democracia y la Libertad.
Ya durante la Guerra de la Independencia, los alicantinos, entre los que abundaban los comerciantes y burgueses de origen francés (como el mismo Maisonnave), inglés y genovés, de formación ilustrada y culta, se decantaron inmediatamente por las ideas liberales promulgadas en la Constitución de 1812, bautizando ese mismo año la plaza que hoy se conoce como Portal de Elche, como “Plaza de la Constitución”.
Destacados liberales de ese periodo fundacional son D. Manuel Soler de Vargas, primer alcalde constitucional; D. Antonio Bernabéu, sacerdote liberal, diputado en las Cortes de Cádiz, que padeció cárcel y persecución por la Inquisición, y se exilió en Francia e Inglaterra donde las autoridades eclesiásticas, a petición del Obispo de Orihuela, le retiraron el permiso para celebrar misa, muriendo lejos de su patria chica; y el abogado D. Antonio Mira-Perceval, cuyas obras fueron retiradas y prohibidas por la Inquisición restaurada por el infausto Fernando VII.
Tras el primer periodo de absolutismo, volvió a entrar en vigor la Constitución de 1812, el 23 de marzo de 1819. En Alicante se fundó entonces la Sociedad de Amantes de la Constitución, integrada por Rafael Bernabéu, Mariano Piqueras, Joaquín Hernández de Padilla, Juan Faus, José Natino, Manuel Navarro, Miguel Ródenas y Estanislao Sevilla.
El mando de Alicante recayó en el gobernador militar D. Joaquín de Pablo Chapalangarra, quien en 1823 recibió al General Torrijos, que iba de paso para Cartagena. Sin embargo el 6 de noviembre de ese mismo año, Chapalangarra tuvo que rendirse a los “100.000 Hijos de San Luis”, tropa francesa enviada a España en apoyo del absolutismo de Fernando VII. Alicante fue la última capital tomada por los absolutistas, partiendo desde nuestro puerto los últimos liberales hacia Gibraltar. Alicante era así el último reducto de la democracia y el último lugar español donde rigió la Constitución de 1812, tal como un siglo después sería el último reducto de la República democrática.
Poco antes de esta derrota, el alicantino Bartolomé Arques había armado a sus expensas una partida de voluntarios en auxilio de los liberales de Valencia, cercados por los absolutistas. Desde el exilio organizó en 1826, junto a los hermanos Antonio y Juan Fernández Bazán, un desembarco en Guardamar con el ánimo de liberar a la provincia de Alicante. Arques murió en el combate y los hermanos Bazán fueron fusilados en penosas circunstancias, junto con todos los liberales que fueron capturados por el fanático y cruel gobernador absolutista Fermín de Iriberri, quien los torturó y les negó los sacramentos; siendo fusilados los heridos en sus camillas.
Poco después, a la muerte de Fernando VII y la coronación de Isabel II, el General Espartero, de ideología liberal, sería nombrado por los alicantinos su representante en el Senado con la nueva Constitución de 1837.
Los liberales se habían escindido en Progresistas y Moderados (más bien conservadores reaccionarios), y la nueva Constitución se vería pronto desvirtuada por los manejos del gobierno del general Narváez con la promulgación de la Ley de Ayuntamientos. En 1844, el coronel de carabineros Pantaleón Boné, progresista defensor de la Constitución y contrario a la Ley de Ayuntamientos, se apoderó de Alicante en un audaz golpe de mano. Formó una junta de gobierno de claro tinte liberal, formada por Manuel Carreras, Miguel España, José María Gaona y Marcelino Franco. Cercada la ciudad por el general Roncalli, que fusiló a 7 oficiales de Boné en Villafranqueza, el 14 de febrero, y traicionado el coronel por su lugarteniente Martín Empecinado (hijo o sobrino del famoso guerrillero), que entregó el Castillo de Santa Bárbara a Roncalli, Boné y 23 compañeros fueron fusilados en la actual Explanada el 8 de marzo. Algunos liberales civiles, entre los que se encontraba Carreras, pudieron huir a tiempo en buques extranjeros, siendo por segunda vez Alicante el último reducto de la Libertad.
Manuel Carreras regresó a Alicante algún tiempo después, acogiéndose a una amnistía. Participó en una supuesta conspiración republicana en 1848 y fue condenado a muerte. Conmutada la pena, fue desterrado a Filipinas, de donde regresó enfermo tras el triunfo liberal progresista, y aún pudo ser alcalde de Alicante en 1854, poco antes de morir.
Tras el derrocamiento de Isabel II, en la Revolución de 1868 (“La Gloriosa”), se formó en Alicante una Junta Revolucionaria formada por Tomás España, Francisco García López y nuestro ELEUTERIO MAISONNAVE; aunque todavía sería fusilado en Ibi el liberal republicano Froilán Carvajal, el 8 de octubre de 1869. Es en esta época turbulenta, con la brevísima monarquía de Amadeo de Saboya, la todavía más breve I República, con los desmanes de los catonalistas y la continuación de la guerra contra los carlistas, cuando nuestro Maisonnave es elegido Alcalde de Alicante, diputado a Cortes y ministro de Estado y Gobernación bajo los presidentes Salmerón y Castelar, organizando personalmente la defensa de Alicante frente a los ataques de fragatas catonalistas procedentes de Cartagena.
Con la restauración borbónica de Maura, en la figura de Alfonso XII, las aguas se calman y los liberales y los conservadores se turnan en un régimen político viciado por el caciquismo y una Constitución que reparte la soberanía entre el Rey y el pueblo; con un sistema electoral censitario, que no recuperará el sufragio universal hasta el "gobierno largo" del liberal Sagasta.
Poco a poco los trabajadores van ganando voz en la política española. Se avecinan nuevos tiempos en que los liberales serán sobrepasados en sus ansias democráticas por los republicanos de Lerroux, los socialistas de Pablo Iglesias y el movimiento anarquista. Los alicantinos, que todos los años, en la Plaza del Mar, acuden a honrar el monumento a los Mártires de la Libertad, como se denomina a Pantaleón Boné y sus compañeros, se mostrarán mayoritariamente republicanos, hasta el triunfo de los partidos de izquierda en las elecciones municipales que provocan el exilio de Alfonso XIII y la proclamación de la II República el 14 de abril de 1931.
En 1 de abril de 1939, Alicante será de nuevo el último reducto de la libertad, y su puerto el último lugar donde ondeará la bandera republicana que amparaba la Constitución democrática frente a la dictadura franquista.
Pero esta es ya otra historia.
Miguel Ángel Pérez Oca.
Bibliografía recomendada.-
“RESEÑA HISTÓRICA DE LA CIUDAD DE ALICANTE” de Nicasio Camilo Jover (edición facsímil de Agatángelo Soler). Alicante. 1987.
“REFUGIO DE LIBERTAD” de Gerardo Muñoz Lorente. Ed. Equipo Sirius. Madrid. 2006.
Bibliografía recomendada.-
“RESEÑA HISTÓRICA DE LA CIUDAD DE ALICANTE” de Nicasio Camilo Jover (edición facsímil de Agatángelo Soler). Alicante. 1987.
“REFUGIO DE LIBERTAD” de Gerardo Muñoz Lorente. Ed. Equipo Sirius. Madrid. 2006.
1 comentario:
Siempre me impresionas, me encanta aprender y agradezco esta mirada al pasado que me hace recapacitar sobre el ser humano.
Gracias Miguel.
Julia Díaz
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