Ser o no ser, que diría Schakespeare. Pero, ser, ¿qué? Uno cree que hay gente honrada que piensa diferente a uno, por falta de información o por partir de unas premisas equivocadas; pero también le acosa la sospecha de que el equivocado pudiera ser uno mismo, porque la realidad es tan compleja que es muy difícil hacerse de ella una idea cabal, sobre todo si nos referimos a la realidad política. De acuerdo, los demás tienen derecho a pensar diferente y hay que respetarlos. Vale, eso es la Democracia. Pero hay veces que uno sospecha que el otro nos está mintiendo a sabiendas. No es que piense diferente, es que miente descaradamente, porque piensa que uno es tonto, que la gente es tonta, que sus propios votantes son tontos, y a lo mejor es verdad. Lo cual no lo libra de responsabilidad sino que acrecienta su delito, porque no hay nada más feo que aprovecharse de la debilidad mental de la víctima; y ya se sabe que no hay nada más tonto que un trabajador de derechas. Digo esto porque no me puedo creer que el señor González Pons no sepa cuál es la labor de un fiscal y se atreva a decir que “si la moción de censura de Benidorm se hubiera hecho en un ayuntamiento del PSOE ya estaría actuando el fiscal”. ¿Actuando contra qué? ¿Desde cuándo una moción de censura apoyada en un trásfuga es un delito? Esto está fuera de las competencias de un fiscal y el señor González Pons lo sabe muy bien, pero manipula, enreda y arma el cisco, desprestigiando a las instituciones del Estado y haciéndole más daño que el pseudorreferendum de ese pueblo catalán al que solo han ido a votar los independentistas. Pero, claro, los señoritos de la derecha pueden hacerle al Estado todo el daño que quieran, que para eso el Estado es suyo, “por la gracia de Dios”. ¿Y qué me dicen de Rajoy, escandalizándose de la moción de Benidorm, cuando en su día vino por aquí a apoyar a Zaplana, cuya carrera política empezó con una moción idéntica a esta pero al revés? Un olvido que no puede ser amnesia histórica sino pura desfachatez.
Estaría todo claro si del otro bando viéramos un liderazgo fuerte, con capacidad de respuesta, con la evidencia de unas ideas claras basadas en un propósito y unos conocimientos económicos inapelables. En una palabra, necesitábamos un Obama español, un “Obámez” en quien confiar. Hasta hace poco, los de la izquierda posibilista identificábamos a Obama con ZP, a nuestro nivel. Pero la fuga de los ex ministros, que dejan la política y el escaño y salen corriendo hacia Europa o la Universidad, nos hace sospechar que algo se resquebraja en las alturas del PSOE. ¿Qué está pasando? ¿Quién ha perdido el norte?
Almunia, un viejo socialista de pro y ahora Comisario de Economía de la Unión Europea, nos dice que el único país que no saldrá de la crisis este año será España. Que vamos a la cola de la economía y a la cabeza del paro.
Desde luego, uno puede pensar que la culpa no la tiene ZP, que él no fue quien le dio alas a los genios del pelotazo ladrillero que nos han puesto en una crisis local sobre otra internacional. Que bastante hace con aguantar el vendaval remendando descosidos y tapando agujeros para que no sufran los más indefensos. Que poco se puede hacer con una economía que depende de que los demás salgan a flote y vengan otra vez de vacaciones, compren chalets adosados en Torrevieja o nos importen jamón de pata negra y molinos eólicos, sino esperar que pase la tormenta. Pero, ¡narices!, es que este hombre de sonrisa angelical y optimismo a prueba de rayos y truenos no es capaz de plantarle cara al Rajoy y decirle, una y otra vez, machaconamente, insistentemente, como hacen los otros: “Vale, usted dice que lo que yo hago es erróneo, pues ahora diga usted lo que haría si gobernase: ¿pondría más barato el despido? ¿bajaría las prestaciones de desempleo y sanidad? ¿Qué coño haría usted, maldito demagogo? No me venga con monsergas y diga de una vez cual es su plan para salir de la crisis y quién quiere que lo pague sin subirle los impuestos a los ricos.” Porque, si no lo hace, si no sabe responder, los trabajadores de derechas, lo más tonto que hay en este mundo, se dejarán manipular una vez más, y la derechona que defiende los intereses de los privilegiados logrará de nuevo unas mayorías que no se merece.
Camilo José de Cela II, en su artículo de hoy en la prensa, nos dice que acabaremos teniendo que elegir entre los “tontilocos” y los “sinvergüenzas”. No deja de ser descorazonador.
Miguel Ángel Pérez Oca.
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