TORTILLA ESPAÑOLA.
Cuenta
la leyenda que durante el primer sitio de Bilbao, en la Guerra Carlista, andaba
el general Zumalacárregui preocupado con la intendencia de sus tropas, que ya
no quedaban gallinas, ni siquiera gatos, en los alrededores y los soldados,
católicos hasta las trancas, ya no hallaban consuelo en el rezo del rosario ni
en la eucaristía, y hasta se decía que muchos comulgaban por tener algo que
llevarse a la boca. Y una tropa hambrienta es muy peligrosa, porque un instinto
como la gazuza puede llevar a los hombres a la locura, con su secuela de
motines y deserciones.
-¿Da
su permiso, mi general?- dijo el coronel Uribelorrenechea, jefe de la
intendencia.
-Pasa,
pasa, Uribe - contestó el general, haciendo un gesto con la mano derecha.
-¿Me
ha llamado, mi general?
-Sí,
coronel, mira, la cosa está fea. La gente se queja de que pasa hambre, y eso es
muy peligroso en un ejército como el nuestro. Que nuestra gente es carlista,
pero también es muy suya. Nos han fallado los convoyes que nos traían
bastimentos… Bueno, tú ya lo sabes. Así que a ver qué hacemos: o nuestra gente
se alimenta o tendremos que rendirnos.
-Pues
en mis almacenes solo nos quedan huevos y patatas. Los huevos porque hemos
podido esconder unos cientos de gallinas en una granja a la que he puesto
vigilancia, que si nos las comemos, se acabaron los huevos. Y las patatas son
ese tubérculo de ultramar que sabe como las castañas, y que hasta ahora se ha utilizado
para alimentar a los gorrinos. Pero ya no quedan gorrinos, que se los han
comido todos, como si fuera San Martín.
-Bueno,
pues apáñate y mira qué se puede hacer para alimentar a la tropa con lo que te
queda… y que les parezca bien.
-¡A
la orden de vuecencia, mi general! - y el coronel de intendencia se cuadró
antes de despedirse de su jefe.
Se
dirigió a su despacho y mandó llamar a la cocinera, una mujerona extremeña,
esposa de un sargento de Estella.
-Oye,
Carmenchu, escucha bien lo que te digo: En el almacén solo tenemos huevos y
patatas, y con esto tenemos que dar de comer a toda la tropa. Así que
ingéniatelas para elaborar un plato que resulte atractivo para los muchachos.
Que no se note nuestra miseria.
Y
la mujer se fue pensativa a la cocina. No se sabe si fue invento suyo o una
receta heredada de su abuela de las Urdes, pero esa noche, por primera vez en
nuestra Historia, hay constancia de que el ejército carlista del sitio de
Bilbao comió tortilla de patatas.
No
sé si el nuevo y sabroso plato ayudó a mantenerse firmes a los soldados sitiadores
de Bilbao, ni si al final se retiraron y se acabó su guerra porque se acabaron
los huevos y las patatas. Tampoco sé cómo les sentará a los nacionalistas
euscaldunes cuando oigan que al invento de la cocinera de Zumalacárregui se le
llama Tortilla Española.
Miguel
Ángel Pérez Oca.
(500 palabras)
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