martes, 26 de noviembre de 2019

CANDADO ROTO

"Candado roto" era el tema para la Tertulia Filandón de ayer. Yo presente este trabajo que espero os guste:





LA PUERTA VERDE.

            Cuando alquilé aquel piso, tan céntrico como destartalado, el viejo propietario me advirtió: “Puede usted disponer de toda la vivienda, excepto del cuarto de la puerta verde, donde guardo los recuerdos de mi esposa”. Esa puerta, pintada de verde a diferencia de las otras, permanecía clausurada por un recio candado del que yo no tenía la llave. Según me contó una vecina muy anciana, la mujer del dueño desapareció un día, hacía ya 32 años, y nunca se volvió a saber nada de ella.
            Cada vez que cruzaba el pasillo, camino de la cocina o el salón, un escalofrío recorría mi espalda al pasar ante la puerta verde. ¿Qué inconfesables secretos se guardarían tras ella?, me preguntaba, y me hubiera tranquilizado mucho abrir el candado para ver el interior de aquella habitación misteriosa.
            Así que cuando  me enteré de que el dueño había fallecido y sus familiares - sobrinos y primos lejanos - vivían muy lejos, pensé que esa era la ocasión. Bajé rápidamente a la calle y compré una cizalla en la ferretería de la esquina; me encaminé a la puerta verde y conseguí romper el arco del candado. Con el corazón en la garganta, abrí la puerta. Una tenue luz entraba por un entreabierto ventanuco, cruzado de telarañas, e iluminaba a duras penas una mecedora en el centro de la habitación. Alrededor, contra las paredes, se acumulaba una multitud de cachivaches: Retratos, espejos, cómodas vetustas, montones de libros… Y un manantial de voz dulce y profunda fue brotando de las sombras.
            -Durante muchos años estuve buscando un acceso que me llevara al otro lado – me decía desde la mecedora una bellísima mujer desnuda -. Borges los llamaba “Aleph”.  Ahora ha llegado el momento de regresar al mundo que llamáis “real”.
            Me cogió de la mano y me hizo sentar en el basculante asiento. Y entonces vi desdoblarse las paredes y el techo en múltiples dimensiones, pues la mecedora estaba, precisamente, en uno de esos puntos que se abren a lo inefable. Después ella se sentó sobre mí e hizo que la amase más allá de los confines de lo remoto; y cuando me alcanzó el orgasmo, breve y eterno a la vez, la dama se levantó, abrió precipitadamente un armario, se vistió con premura, con ropas muy antiguas, y salió de la estancia cerrando la maciza puerta verde. En el suelo había quedado el candado roto, pero la hoja no tenía manilla por dentro.
            Ahora vago por la otra orilla de la realidad, donde el tiempo y el espacio forman estructuras incomprensibles para una mente humana, y presencio, maravillado, prodigios indescriptibles. Es como si el personaje bidimensional de un comic se alzara de su página y pudiera contemplar el mundo tridimensional que comparte con el lector. Sé que viajaré por estos mundos desconocidos hasta que alguien abra de nuevo la puerta verde y me regrese al pequeño lugar de nuestra realidad.
Ojalá sea una mujer bella y sensual que haga el amor conmigo antes de tomar mi relevo. 
                                                          
                                                         Miguel Ángel Pérez Oca.
                                                          
                                                                 (500 palabras) 

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