Herr Ratzinger se despertó aquella mañana con una rara sensación. No llegaba a creerse que era Papa. El nombre de Benedicto XVI no le decía nada. El vago recuerdo de un sueño en el que Jesucristo le recriminaba una supuesta falta de caridad estuvo atormentándolo mientras se aseaba y sus ayudas de cámara lo vestían.
Llegó su secretario con los periódicos de la mañana y una carpeta con documentos que había que despachar.
-¿Qué dice la prensa? – preguntó distraídamente.
-Pues lo de siempre, Santidad: guerras, crisis… y lo de la hambruna de Somalia – y le tendió un diario con una espeluznante fotografía en portada de un niño negro agonizando de hambre.
Y entonces, herr Ratzinger tuvo una inspiración y volvió a sentirse Papa.
-A ver, siéntate y toma nota de una serie de disposiciones que voy a tomar respecto a mi futura visita a España: No quiero que ese viaje cueste un solo euro a los españoles, sino que ese dinero se invierta en ayudas a los niños hambrientos de Somalia. Iremos en vuelo regular con un reducido séquito, cuyos pasajes pagará el Vaticano. No quiero ninguna clase de pompa ni lujo en mi visita. Hablaré a los fieles y celebraré la misa en el Estadio Santiago Bernabeu o cualquier otro sitio despejado, donde se instalará un altar de campaña lo más sencillo posible y la megafonía que quiera prestarnos algún fiel acomodado. En cuanto a las fuerzas de seguridad, solo las imprescindibles para regular el tráfico y el orden entre los asistentes, y formadas por agentes católicos que quieran hacer el servicio gratis. Y ninguna protección personal…
-Pero, Santidad, vuestra seguridad debe ser garantizada… - objetó el secretario.
-Hombre de poca fe – le recriminó Benedicto XVI -. Si Dios quisiera llevarme con Él me haría un favor inmenso. ¿Para qué quiero hombres armados a mi alrededor, dispuestos a matar para protegerme? ¿Acaso has olvidado que ser un mártir de la fe es un gran privilegio? – y el subordinado bajó la cabeza, abrumado por sus palabras.
-Quiero hablar por teléfono, ahora mismo, con el Rey, con Zapatero y con el Cardenal Rouco. Quiero que me hagan un cálculo de los gastos que supondría mi visita si se hiciera de la forma programada, y que se comprometan a enviar ese dinero inmediatamente a Somalia en forma de alimentos, medicinas y demás. Que se forme esta misma mañana un comité de control y coordinación para ocuparse de su distribución, evitando abusos y corruptelas. Quiero que se pida a nuestros fieles que asistan a los actos solo si ello no les supone gasto alguno, y a los que estén fuera y tengan previsto viajar a Madrid, que no lo hagan y que manden a Somalia el dinero que pensaran gastarse. También quiero que estudiemos una ayuda extraordinaria que pueda salir de nuestras arcas; así que dile al Tesorero que venga a verme enseguida. Por otro lado, voy a convocar una reunión urgente del Colegio Cardenalicio para elaborar un Plan de Austeridad de la Iglesia y otro Plan de Ayudas a los Necesitados. Habrá que convocar a economistas, políticos, representantes de las iglesias del Tercer Mundo…
El Papa sonrió al ver la cara de estupor de su secretario.
-¿Sabes, Carolo? Por primera vez me siento legítimo heredero de Aquel que echó a los mercaderes del Templo…
…………………………………………………………………………………
El Papa se despertó confuso y agitado. Tardó un tiempo en serenarse y llamar a sus sirvientes.
-He tenido un sueño muy raro, ¿sabes? - dijo a su ayuda de cámara, mientras se revestía de lujosos ropajes blancos -. He soñado verdaderos disparates… Qué tontería.
Miguel Ángel Pérez Oca.
Llegó su secretario con los periódicos de la mañana y una carpeta con documentos que había que despachar.
-¿Qué dice la prensa? – preguntó distraídamente.
-Pues lo de siempre, Santidad: guerras, crisis… y lo de la hambruna de Somalia – y le tendió un diario con una espeluznante fotografía en portada de un niño negro agonizando de hambre.
Y entonces, herr Ratzinger tuvo una inspiración y volvió a sentirse Papa.
-A ver, siéntate y toma nota de una serie de disposiciones que voy a tomar respecto a mi futura visita a España: No quiero que ese viaje cueste un solo euro a los españoles, sino que ese dinero se invierta en ayudas a los niños hambrientos de Somalia. Iremos en vuelo regular con un reducido séquito, cuyos pasajes pagará el Vaticano. No quiero ninguna clase de pompa ni lujo en mi visita. Hablaré a los fieles y celebraré la misa en el Estadio Santiago Bernabeu o cualquier otro sitio despejado, donde se instalará un altar de campaña lo más sencillo posible y la megafonía que quiera prestarnos algún fiel acomodado. En cuanto a las fuerzas de seguridad, solo las imprescindibles para regular el tráfico y el orden entre los asistentes, y formadas por agentes católicos que quieran hacer el servicio gratis. Y ninguna protección personal…
-Pero, Santidad, vuestra seguridad debe ser garantizada… - objetó el secretario.
-Hombre de poca fe – le recriminó Benedicto XVI -. Si Dios quisiera llevarme con Él me haría un favor inmenso. ¿Para qué quiero hombres armados a mi alrededor, dispuestos a matar para protegerme? ¿Acaso has olvidado que ser un mártir de la fe es un gran privilegio? – y el subordinado bajó la cabeza, abrumado por sus palabras.
-Quiero hablar por teléfono, ahora mismo, con el Rey, con Zapatero y con el Cardenal Rouco. Quiero que me hagan un cálculo de los gastos que supondría mi visita si se hiciera de la forma programada, y que se comprometan a enviar ese dinero inmediatamente a Somalia en forma de alimentos, medicinas y demás. Que se forme esta misma mañana un comité de control y coordinación para ocuparse de su distribución, evitando abusos y corruptelas. Quiero que se pida a nuestros fieles que asistan a los actos solo si ello no les supone gasto alguno, y a los que estén fuera y tengan previsto viajar a Madrid, que no lo hagan y que manden a Somalia el dinero que pensaran gastarse. También quiero que estudiemos una ayuda extraordinaria que pueda salir de nuestras arcas; así que dile al Tesorero que venga a verme enseguida. Por otro lado, voy a convocar una reunión urgente del Colegio Cardenalicio para elaborar un Plan de Austeridad de la Iglesia y otro Plan de Ayudas a los Necesitados. Habrá que convocar a economistas, políticos, representantes de las iglesias del Tercer Mundo…
El Papa sonrió al ver la cara de estupor de su secretario.
-¿Sabes, Carolo? Por primera vez me siento legítimo heredero de Aquel que echó a los mercaderes del Templo…
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El Papa se despertó confuso y agitado. Tardó un tiempo en serenarse y llamar a sus sirvientes.
-He tenido un sueño muy raro, ¿sabes? - dijo a su ayuda de cámara, mientras se revestía de lujosos ropajes blancos -. He soñado verdaderos disparates… Qué tontería.
Miguel Ángel Pérez Oca.
1 comentario:
"El Papa se despertó. "He tenido un sueño más tonto. ¿Cuando llegan los nuevos monaguillos?".
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