Efectivamente, cada día que pasa falta un día menos para el fin del mundo. Qué cosas. Bueno, pues ya sabréis que los miércoles, a eso de las 19,45 salgo en INFORMACIÓN TV, en el programa de Ana Antolín, hablando de cuestiones astronómicas. Y esta semana hablaremos del FIN DEL MUNDO, desde la óptica de la Ciencia.
Primero, deberemos ponernos de acuerdo en qué entendemos como Fin del Mundo. Podemos llamar así a una catástrofe que convierta nuestro planeta Tierra en un mundo sin vida; o, quizá, en un mundo con vida, pero donde la especie humana haya desaparecido. También podemos llamar Fin del Mundo a la extinción de la vida en nuestro Sistema Solar, a causa de la muerte de nuestra estrella particular, el Sol. Y por último, podemos dar esa denominación al final de todo el Universo.
Vayamos por partes. Nuestro mundo podría dejar de ser el cobijo de la vida, o al menos de la vida inteligente – si es que de verdad somos inteligentes -, por culpa de nuestras propias imprudencias y abusos sobre la Naturaleza. Una guerra nuclear o el envenenamiento del medio con sus secuelas de calentamiento global y destrucción ecológica podrían acabar definitivamente con nosotros. Es imprescindible que nos concienciemos y trabajemos para evitarlo. También, la vida podría extinguirse en nuestro planeta Tierra por una catástrofe natural más o menos imprevisible. El impacto de un asteroide o cometa lo suficientemente grande como para provocar una destrucción superior a la que ocasionó el cuerpo de 11 kilómetros de diámetro que acabó con los dinosaurios – y casi todas las especies vivientes entonces – hace unos 65 millones de años, o la explosión de una supernova demasiado cercana podrían acabar con la vida en nuestro planeta. Por esa razón, se ha organizado una red de vigilancia astronómica en busca de cuerpos que pudieran impactar con la Tierra, lo que una tecnología en pleno desarrollo podría evitar en breve plazo. Paradójicamente, los explosivos nucleares pueden salvarnos y también destruirnos. Depende, como casi todo, del uso que hagamos de ellos. En cuanto a las supernovas, de momento, no se conoce ninguna estrella cercana que pueda explotar en un futuro predecible.
A un plazo previsiblemente muy largo, dentro de más de 4.000 millones de años, el Sol se convertirá en una gigante roja, se hinchará y aumentará su temperatura hasta calcinar los planetas telúricos más cercanos. Para entonces, si hay seres humanos, o ultra humanos, en la Tierra, tendrán que emigrar a los satélites de Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno, en busca de climas más benignos. Pero solo por unos pocos millones de años, porque a partir de entonces la muerte del Sol estará ya muy cerca.
El sol es una estrella modesta que no explotará nunca como supernova. Una vez que termine de convertir el hidrógeno de su núcleo en helio, tendrá una breve vida brillante, mientras convierte el helio en carbono. Se hinchará como gigante Roja y ya no irá más lejos. Las capas exteriores de su atmósfera serán expulsadas al espacio exterior y en su corazón dejará de haber reacciones nucleares. Entonces se encogerá hasta adquirir el tamaño de un planeta y se convertirá en una enana blanca, un rescoldo de lo que un día fue una estrella, que se irá apagando lentamente, muy lentamente, por miles y miles de millones de años, hasta llegar a ser una enana negra, un definitivo cadáver estelar. Si la Tierra no ha sido engullida por el Sol en su etapa de Gigante Roja, permanecerá girando alrededor de su fallecida estrella madre, como un mundo helado y oscuro, tan muerto como ella.
El fin del Universo es otra cosa. Ya sabéis que el Universo, según los más acreditados cosmólogos, nació de una explosión gigantesca, en la que se creó el espacio, el tiempo, la energía y la materia. No se puede representar esta explosión porque no se la puede imaginar de ningún modo vista “desde fuera”, porque no hay “fuera” en el Universo. Así que también es absurdo preguntarse “donde” ocurrió el Big Bang; ocurrió en todas partes y en ninguna; porque nuestro Cosmos es un “todo autocontenido”. Tampoco se puede especular en lo que había “antes” del Big Bang – la Gran Explosión inicial – porque tampoco hubo “antes”; ya se ha dicho que en el Big Bang se creó el tiempo y el espacio, que desde entonces no hace más que crecer. De ahí que las galaxias se pasen la vida distanciándose unas de otras en un Universo en expansión.
¿Terminará algún día esa expansión? Pues, no se sabe con certeza, ya que depende de la masa total del Universo y de conceptos tan exóticos como la “materia oscura” y la “energía oscura”. Dicen los cosmólogos que todo lo que vemos en el Universo representa solo un 4% de la masa total. Lo demás, no sabemos qué es. La materia oscura representaría un 22% y la energía oscura, un 74%. O sea que casi no sabemos nada de nada. Hasta hace poco se creía que la expansión del Universo iba decreciendo en su velocidad, frenada por la gravedad de toda la masa universal y que en un futuro no determinado, la expansión se detendría y todo el Cosmos volvería a encogerse a velocidad creciente hasta hundirse en una singularidad, un gigantesco agujero negro, el Big Crunch, el equivalente inverso al Big Bang. Después, algunos proponían que el ciclo se repetiría eternamente, siendo infinitos los ciclos anteriores y posteriores al actual. Resultaba un modelo muy elegante, incluso coincidente con la mística oriental donde se representa al tiempo como una rueda… Pero, para que eso sucediese hacía falta una masa muy superior a la que podía percibirse. Fue cuando se acuñó el concepto de “Materia Oscura”, que parecía detectarse en los alrededores de las galaxias y hacía posible que estas pudieran girar a la velocidad que lo hacen sin desparramarse por la fuerza centrífuga.
Sin embargo, no parecía encontrarse suficiente materia oscura, por otro lado de composición y propiedades desconocidas, para frenar la expansión universal. Así que si esta no cesaba y continuaba por toda la eternidad, el Universo estaba condenado a irse apagando, conforme se fueran agotando las reservas de gas y polvo galáctico para crear nuevas estrellas. La Entropía iría nivelando los caudales de energía hasta producirse la parálisis energética, la muerte térmica. Al final, después de un periodo largísimo de cientos de miles de millones de años, todas las estrellas se apagarían, los planetas morirían y la vida no podría permanecer sin el calor de sus soles. En el futuro nos aguardaba un cielo negro, helado y muerto.
Sin embargo, no parecía encontrarse suficiente materia oscura, por otro lado de composición y propiedades desconocidas, para frenar la expansión universal. Así que si esta no cesaba y continuaba por toda la eternidad, el Universo estaba condenado a irse apagando, conforme se fueran agotando las reservas de gas y polvo galáctico para crear nuevas estrellas. La Entropía iría nivelando los caudales de energía hasta producirse la parálisis energética, la muerte térmica. Al final, después de un periodo largísimo de cientos de miles de millones de años, todas las estrellas se apagarían, los planetas morirían y la vida no podría permanecer sin el calor de sus soles. En el futuro nos aguardaba un cielo negro, helado y muerto.
Y ahora resulta que las últimas observaciones de supernovas de Tipo I han demostrado que el Universo se expandía antes más lentamente que ahora, y para explicarlo, los cosmólogos y físicos teóricos se sacan de la manga la “energía oscura”, una extraña fuerza que curva el espacio-tiempo más allá de las exigencias de la masa, creando una especie de gravedad negativa, de repulsión universal que impulsa al Universo a expandirse de manera acelerada, cada vez más deprisa. El final previsible, nos dicen, es que dentro de unos veintitantos mil millones de años, ocurrirá el Big Rip, el desgarro final, cuando el espacio – tiempo se rompa, cuando la expansión alcance velocidades cercanas a la de la luz. Primero las galaxias desaparecerán de nuestro horizonte, después serán las estrellas las que se perderán en nuestro cielo, nuestro Sistema Solar se disgregará, la Tierra estallará y los átomos acabarán desintegrándose. Ni siquiera habrá un espacio vació, ni siquiera habrá una Nada donde situar ese vacío, ni siquiera habrá un tiempo donde transcurra la Eternidad…
Y es que los cosmólogos y los físicos cuánticos, relativistas y de supercuerdas andan hechos un lío. A fuerza de querer explicar lo inexplicable, están haciendo trampas. Son demasiado impacientes para reconocer que hay que esperar a que la Naturaleza nos de algún indicio. Quizá hemos llegado a nuestro horizonte mental y tratar de comprender el Universo a estos niveles es como si una gallina quisiese aprender a multiplicar. Nuestro cerebro solo tiene tres dimensiones y los físicos de supercuerdas están trabajando con hipótesis de quince o veinte dimensiones enrolladas en unas hipotéticas mónadas espaciales, integrantes de Universos Membrana invisibles, que no pueden ser probados, que no pueden ser experimentados. Quizá todo ese panorama tan aterrador solo sea el producto de nuestra incapacidad para ir más lejos en la comprensión de la Naturaleza, quizá necesitamos ya un nuevo Newton o un nuevo Einstein para que nos muestre el camino, que ojalá sea más sencillo que las elucubraciones de estos teóricos cuya filosofía descabellada, para la que no están preparados, no les deja ver lo que algún día podríamos considerar evidente. Ya les pasó a los cosmólogos medievales, empeñados en construir más y más epiciclos, ecuantes, excéntricas y demás trucos matemáticos, en lugar de aceptar que Aristóteles estaba equivocado y las órbitas de los planetas no son círculos perfectos en el reino de la Quinta Esencia, sino elipses calculables fácilmente con las tres sencillas Leyes de Kepler. Ojalá sea así, porque como todo esto pueda ser probado con evidencia científica y obtengamos la seguridad de que nuestro Universo va a tener un futuro tan terrible, aunque sea para dentro de veinte mil millones de años, no sé si la Humanidad podrá aceptarlo o acabará extinguiéndose víctima de la depresión existencial.
A ver si descubrimos algún planeta con vida inteligente, más avanzada que la nuestra, y un amable Alien nos aclara esto, antes de que nos volvamos locos.
Miguel Ángel Pérez Oca.
27-4-2009.
Y es que los cosmólogos y los físicos cuánticos, relativistas y de supercuerdas andan hechos un lío. A fuerza de querer explicar lo inexplicable, están haciendo trampas. Son demasiado impacientes para reconocer que hay que esperar a que la Naturaleza nos de algún indicio. Quizá hemos llegado a nuestro horizonte mental y tratar de comprender el Universo a estos niveles es como si una gallina quisiese aprender a multiplicar. Nuestro cerebro solo tiene tres dimensiones y los físicos de supercuerdas están trabajando con hipótesis de quince o veinte dimensiones enrolladas en unas hipotéticas mónadas espaciales, integrantes de Universos Membrana invisibles, que no pueden ser probados, que no pueden ser experimentados. Quizá todo ese panorama tan aterrador solo sea el producto de nuestra incapacidad para ir más lejos en la comprensión de la Naturaleza, quizá necesitamos ya un nuevo Newton o un nuevo Einstein para que nos muestre el camino, que ojalá sea más sencillo que las elucubraciones de estos teóricos cuya filosofía descabellada, para la que no están preparados, no les deja ver lo que algún día podríamos considerar evidente. Ya les pasó a los cosmólogos medievales, empeñados en construir más y más epiciclos, ecuantes, excéntricas y demás trucos matemáticos, en lugar de aceptar que Aristóteles estaba equivocado y las órbitas de los planetas no son círculos perfectos en el reino de la Quinta Esencia, sino elipses calculables fácilmente con las tres sencillas Leyes de Kepler. Ojalá sea así, porque como todo esto pueda ser probado con evidencia científica y obtengamos la seguridad de que nuestro Universo va a tener un futuro tan terrible, aunque sea para dentro de veinte mil millones de años, no sé si la Humanidad podrá aceptarlo o acabará extinguiéndose víctima de la depresión existencial.
A ver si descubrimos algún planeta con vida inteligente, más avanzada que la nuestra, y un amable Alien nos aclara esto, antes de que nos volvamos locos.
Miguel Ángel Pérez Oca.
27-4-2009.
5 comentarios:
De acuerdo que los científicos andan hechos "un lio", pero eso de las trampas no lo veo claro, ya que las teorias en la ciencia se proponen, se demuestran con fórmulas matemáticas y son objeto de estudio para ver si se pueden rebatir. Así que vale, hay que mirar de rebatirlas por si se puede, pero necesitaríamos una serie de estudios que no tenemos ;P
Un saludo! ;)
No solo hay que rebatirlas si se puede. También los que la sostienen deben probarlas primero, experimentar, etc. Pero en el asunto de las supercuerdas, no se ha probado nada en mas de treinta años. Lo de la energía oscura sale de la necesidad de explicar la aparente expansión acelerada del Universo. La materia oscura parece ser un hecho, pero nadie sabe de qué está hecha, ¿de neutrinos, de materia ordinaria (machos), de agujeros negros,de "materia exótica"? Hay opiniones para todos los gustos. ¿No te recuerda toda esta parefernalia de teorías sin demostrar al asunto de los epiciclos, ecuantes y excéntricas de la Edad Media?
Tienes razón Miguel Ángel. tan solo puntualizar que a menudo se confunde la "masa faltante" (masa necesaria para que el universo resulte gravitatoriamente cerrado) con la "materia oscura" (materia cuya existencia se deduce de las conocidas anomalías en la dinámica rotacional de las galaxias). No es lo mismo, y conviene tenerlo presente.
Por cierto, estás bastante enterado de las controversias sobre supercuerdas ¿Quién te informa tan agudamente?
Saludos, como siempre
En nuestra Agrupación Astronómica de Alicante tenemos a un gran conocedor de estas temas, sobre los que, precisamente, nos dió una estupenda conferencia el pasado viernes en Elda. Me refiero a Rafael Alemáñ, que además cuenta con los títulos académicos adecuados; y no como yo que soy un modesto aficionado.Por cierto,esta conferencia está incluida en el programa organizado por la Asociación de Amigos de la Astronomía de Elda en los locales de la Fundación Paurides Gonzáles Vidal, c/Cardenal Cisneros, 1,donde el día 15 de mayo daré yo otra con el título "Personajes e ideas en la Revolución Copernicana". De eso, modestia aparte, sí que entiendo un poco.
Saludos,
Miguel.
Simplemente dos observaciones: 1) lo del meteorito que extinguió a los dinosaurios, está bastante cuestionado últimamente, ya que se han encontrado restos de dinosaurios en capas superiores a los residuos de la explosión, y 2)desde luqego que Rafael tiene todos los títulos y además divulga bien sus conocimeintos. Solo hay que leer su libros "Ciencia y apocalipsis" donde también se instruye sobre estos aspectos que has comentado y, por cierto, muy bien.
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