Debido a la excentricidad de la órbita de Marte, en sus aproximaciones a la Tierra en lo que llamamos oposiciones, unas veces pasa más cerca y otras más lejos de nosotros, por lo que hay ocasiones más favorables que otras para la observación del planeta rojo. Aquel año de 1877 fue excepcionalmente favorable y los astrónomos tuvieron una gran oportunidad al tener ese cuerpo celeste a menos de 60 millones de kilómetros.
El
astrónomo Asaph Hall, responsable del gran refractor de 66 centímetros de
diámetro del Observatorio de la Marina de los Estados Unidos, en Washington,
estaba casado con Angelina Stickney, que había sido su profesora de
Matemáticas, y ahora su más valiosa ayudante.
-¿Sabes
qué podías hacer, querido, para aprovechar esta oposición? - le dijo aquella
noche de agosto – Deberías intentar descubrir los dos satélites de Marte.
Y
el profesor Hall se rió sonoramente.
-Pero,
¿qué me dices? Eso de los dos presuntos satélites es una tontería. Ya sabes que
Kepler era un visionario medio loco que creía que en los cielos debía reinar
una armonía perfecta. Y como Mercurio y Venus no tienen satélites, la Tierra
tiene uno, la Luna, y Júpiter tiene cuatro, Marte tiene que
tener dos y Saturno
seis u ocho… Pero eso son elucubraciones de un chalado. Seguramente, Júpiter
tiene más de cuatro satélites. Así que la profecía de Kepler no es más que un
desvarío del que descubrió las leyes de los movimientos celestes, pero, aparte
de eso, dijo muchas tonterías…
Angelina
miró a su esposo con gesto severo, tal como lo había mirado hacía años, cuando
ella era una estudiante muy aventajada y daba clases de Matemáticas a un alumno
bastante mayor que quería dejar de ser carpintero para dedicarse a la
Astronomía.
-Déjate
de excusas, Asaph, y ponte a mirar con tu telescopio. ¿Te imaginas que no lo
haces y alguno de tus colegas los descubre y se lleva la gloria? Anda, tonto,
hazme caso.
Y
el profesor Hall se subió a la cúpula y se puso a escrutar el planeta dedicado
al dios de la guerra, a ver si descubría dos puntitos de luz en sus cercanías.
Y pasaron horas y horas…
Angelina,
dispuesta a animar a su esposo, subía las escaleras del observatorio portando
una bandeja con una cafetera humeante y dos tazas.
-¿Para
qué te has molestado, Angelina? Si esto que estoy haciendo es una tontería.
Seguro que Marte no tiene satélites. Así que lo voy a dejar y me voy a la cama…
-¡De
eso nada! - pronunció la mujer con voz alterada – Tú, ahora, te tomas dos tazas
de café y sigues mirando hasta que des con esos dos satélites.
Y
Asaph obedeció. Cualquiera desobedecía a la profesora de Matemáticas, cuando se
le había metido una cosa en la cabeza.
Y
aquella noche acabó descubriendo los dos satélites, a los que bautizó como
Deimos y Fobos, que quiere decir Miedo y Terror.
Hoy
día, el mayor cráter de Fobos se llama Angelina Stickney.
Miguel
Ángel Pérez Oca.
(500 palabras)
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