viernes, 22 de abril de 2022

EL CAYUCO Y LA NAVIDAD

 



MARÍA Y JOSÉ VINIERON DE ÁFRICA.

            María y José llegaron a Tenerife en un cayuco. Varios de sus compañeros de viaje habían muerto de sed y de frío cuando la lancha de la Guardia Civil les echó un cabo para remolcarlos a la costa.

            -¿Tú crees que encontraremos refugio en esas tierras? - preguntaba María a su esposo, angustiada por su situación. Estaba embarazada, de hecho, a punto de dar a luz, y no sabía lo que les esperaba, sobre todo a su hijito, que ya pugnaba por salir al mundo. Habían sobrevivido de milagro, después de una espantosa marcha por el desierto y una travesía en cayuco desde Senegal, sobre las olas agitadas por un viento traidor que se había empeñado en alejar de su destino a aquella frágil embarcación, pintarrajeada con ídolos africanos que se suponía deberían haberlos amparado.

            María y José venían huyendo de la miseria y de la tiranía. Su país era uno de esos cuyo nombre, en lenguaje nativo, no nos dice nada a los que en la escuela nos aprendimos las naciones africanas por su denominación colonial. Y como en otros países del entorno, allí también el poder político, cruel y corrupto, era ostentado por un sangriento dictador, Herodes Mandanga, al que no le preocupaba lo más mínimo matar inocentes, siempre que no fueran de su propia tribu.

            Al llegar a puerto, les sorprendió la limpieza que reinaba por todas partes, desde los edificios a la ropa de la gente que los recibió, dándoles  mantas y bebidas calientes. Los llevaron en ambulancias a un hospital, donde se ocuparon de las quemaduras, deshidrataciones e hipotermias que sufrían muchos de los viajeros, y, sobre todo, de María y de otra chica embarazada que también viajaba con ellos. Angelita, la trabajadora social de la ONG que los atendía, acompañó a María a dar a luz cuando, pocas horas después de la arribada, se puso de parto, y se asombraba de que no se quejase, como por lo visto hacen las mujeres blancas de Europa cuando paren.

            El niño era precioso y Angelita les preguntó qué nombre querían ponerle. Ellos, como no conocían los nombres usuales en Europa, se encogieron de hombros, y Angelita decidió por los dos.

            -Lo llamaremos Jesús. 

            A los pocos días llegaron al centro de acogida unos hombres muy distinguidos, de los que José no sabía si pensar que eran reyes o magos poderosos; porque traían regalos para todos.

            -Son políticos - les dijo, con gesto desdeñoso, un refugiado guineano que llevaba retenido allí varios meses, sin poder salir de las islas camino de la Península.

            Melchor García, del P. S. O. E., Gaspar del Castillo, del P. P., y Baltasar Peraza, de Coalición Canaria, les entregaron sus obsequios: un reloj dorado para José, un frasco de perfume para María y un bonito oso de peluche para Jesús.

            - No os fiéis de esta gente – les advirtió el veterano refugiado -, que los blancos sólo son buenos y generosos en Navidad.

            -¿Qué es Navidad? – preguntó José a Angelita.

            -Es cuando celebramos el nacimiento del Niño Jesús.

            -¿Ves, María, como esta gente es buena? - exclamó José - ¡Están todos celebrando el nacimiento de nuestro hijo!

            Y se imaginó al niño creciendo en aquella tierra y estudiando en la Gran Escuela de los blancos. Cuando fuera un hombre, Jesús volvería a África para guiar a su pueblo y darle cultura y libertad. Entonces sería derrocado el tirano Herodes Mandanga…

            ¿Era ese el destino glorioso de Jesús? José y María estaban seguros de ello. Pero los europeos, que somos muy escépticos porque tenemos una historia vieja, llena de traiciones, injusticias y fracasos, sabemos por experiencia que algún tiempo después de la Navidad viene siempre la Semana Santa.                         

                                                                                        Miguel Ángel Pérez  Oca. 

1 comentario:

el sindrome de ulises el blog de eusebio perez oca dijo...

Navidad, un día. Semana Santa siete. Hasta para celebrar lo que debería ser normal, somos contradictorios, son hipócritas, falsos, estúpidos. Una guerra entre vecinos occiddntales hace subir la bolsa por que los combustibles se encarecen. Promulgar leyes que favorecen al medio ambiente hacen que seamos más pobres, más inestables. Pobre Jesús. Este y aquél.