El tema para escribir en la Tertulia Literaria de la Bodega Adolfo era la palabra "cautivo". Yo, obsesionado por el tema de los niños masacrados de Gaza, escribí esto que os pongo en el blog. Ojalá lo lea algún judío con conciencia solidaria. Si es así, me gustaría que me pusiera un comentario.
EL NIÑO CAUTIVO.
Nos
mira desde los escombros. Sus ojos nos taladran para decirnos: “Estoy cautivo.
Todos estamos cautivos en Gaza. Sácame de aquí”. Gaza es una inmensa prisión; peor:
un campo de batalla del que no se puede salir. Dos bandas de fanáticos contaminados
de Corán y de Torá se enfrentan en un terreno sembrado de civiles inocentes,
que nada tienen que ver en su disputa. Unos, los locos de Hamás, lanzan cohetes
artesanos hacia Israel, con la vana esperanza de que el artefacto caiga sobre
una zona poblada y mate a algunos judíos, los que sean, civiles o militares,
adultos o niños, qué más da. Es la
Yihhad , la Guerra Santa ;
como si pudiera ser santa una guerra. Nunca han leído otra cosa que el Corán;
aprendieron a leer para eso. Y ahora construyen cohetes y túneles con la ilusión
de darle con la piedra en la frente al Goliat israelita. Los otros, con el
título de propiedad del territorio en la mano, suscrito hace tres mil años en su
dichoso Libro Sagrado, manejan las armas más caras y sofisticadas: cohetes
guiados por láser, aviones teledirigidos, bombas “inteligentes”, para matar a
los terroristas de Hamás y, aunque para eso tengan que asesinar a miles de
civiles interpuestos, no se van a detener. Tienen mucho dinero, mandado por
sionistas americanos, algunos de ellos nietos de aquellos que no pudo matar
Hitler, porque eran ricos y tenían medios para huir de Alemania antes de que se
produjera el Holocausto. Y es que las víctimas siempre son pobres: Los que
murieron en Auschwitz eran judíos pobres; como pobres son los palestinos que
mueren en Gaza, porque los ricos ya hace tiempo que se fueron.
El
niño está ahí y nos mira desde los escombros. Ayer, una bomba mató a toda su
familia. Él estaba jugando al escondite con sus hermanos, se ocultó en un
agujero y la metralla no lo encontró. Y ahora nos mira con su cara sucia, con
sus velas de mocos colgando de su naricilla, con las moscas que lo acosan y él espanta
ritualmente con un movimiento de la mano, con esos ojos negros, enormes, que
nos dicen: “Estoy cautivo en este infierno. Libérame y llévame lejos”. Y el periodista
que lo está filmando, ¿no lo ayuda? Ese hombre extranjero se juega la vida y
eso tiene un precio. Ha venido a ganar mucho dinero con su arriesgadísimo
reportaje. Y mientras filma se oyen explosiones en la distancia, cada vez más
cercanas. Así que, en cuanto termine su trabajo, correrá para salvar el
pellejo, llevándose sus cámaras y sus bártulos, y se olvidará de todos los niños.
Gaza
es una prisión inmensa. Ya no hay suministro eléctrico y la gente se muere en
los quirófanos a oscuras. Apenas quedan víveres. El ejército judío escarbará el
subsuelo en busca de islamistas de Hamás, aunque para ello tenga de destruir
Gaza hasta sus cimientos, matando a todos sus habitantes inocentes. Gaza es una
prisión de donde nadie puede escapar, un presidio tan grande como un país,
donde todos son cautivos y donde todos son potenciales condenados a muerte.
Y
nadie hace nada por ellos. Los poderosos europeos y americanos miran para otro
lado, no vaya a bajar la bolsa. Los judíos del mundo, que tienen tan presente el
genocidio que padecieron sus padres bajo los nazis, no son capaces de
establecer el evidente paralelismo y dejan que su pueblo se cubra de ignominia,
como antaño hizo el pueblo alemán, que también se encogía de hombros. Y los
señores del petróleo, con su Corán sobre la mesilla de noche y sus baños de
alabastro con grifería de oro en sus palacios de Las Mil Y Una Noches, no se preocupan
por sus hermanos de religión. Al fin y al cabo, los gazatíes son unos pobres
diablos a los que Alá no regaló oro negro…
El
niño cautivo de Gaza nos mira y nos suplica que lo rescatemos. Lo estamos
viendo en alta definición, en la pantalla plana de un magnífico televisor de
plasma, sentados en nuestro cómodo sofá de cuero, con el aire acondicionado refrescando
el ambiente estival; y sobre la mesa de centro nos espera un vaso de cerveza de
abadía, muy fría, y un platito de aceitunas rellenas. El niño nos mira y nos
suplica, y nosotros, por un instante fugaz, nos sentimos ligeramente
culpables.
Miguel Ángel Pérez Oca.
Para empezar a Israel se le dio un territorio y lo que "colonizo" digamos se apropio tiene que irse y Hamas prometer que si entragan todos los territorios ocupados no los atacan mas.Eso es un sueño Israel no tiene limites y nadie se los pone ni los bloquean como a otros por mucho menos.Pobres personas.Por suerte mi pais Uruguay y nuestro querido presidente va a contibuir un poquito con algunas familias que trae, igual aca la oposicion habia pedido que no y la comunidad judia tampoco los querian
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